Resulta que nuestros hijos –casi todos, según los expertos- tienen doble personalidad, una “buena” y otra “mala” (por llamarlas de algún modo). Lo que puede ser sorprendente es saber que la “buena” no es la que exhiben en nuestra presencia. Así es, nuestros hijos se comportan mejor en nuestra ausencia.
Casi todos los niños pequeños exhiben comportamientos distintos frente y lejos de sus padres. Como ejemplo podemos citar un estudio realizado con niños quisquillosos con la comida. Solo 1 en 12 era quisquilloso tanto en casa como en la escuela, mientras que más del doble era quisquilloso sólo en uno de los dos lados.
Es normal y lógico pues los niños saben desde muy pequeños adaptarse a sus entornos. Por ejemplo, en la guardería, jardín infantil, o kínder tienen que comportarse de una manera distinta pues tienen que hacer las cosas en grupo, y lo menos que quisieran es destacarse como raros. Con nosotros, por más firmes que queramos ser como padres, nuestros hijos saben que pueden salirse con la suya con más facilidad, y se aprovechan de esto. No por malos, sino porque pueden.
La verdad que el saber que Diego no es tan terriblemente inquieto y sordo con los demás me hace sentir mejor. Corrobora la versión de la niñera que siempre me ha dicho que Diego se comporta bien, y la de mi hermana que jura que es un angelito cuando se queda con ella mis domingos de cine. Me siento mejor sabiendo que Diego es “aguantable” y que puedo preocuparme un poco menos de que vaya a volver loca a la babysitter.